Soy un poco viejuno y en mi época vimos películas como Cocodrilo Dundee. En esta peli en concreto hay una escena graciosa en la que el protagonista, Mick Dundee, recién llegado desde la Australia profunda a Nueva York, se asoma por la ventanilla de un automóvil con su sombrero de piel de cocodrilo y saluda a un tipejo estirado, de esos de traje recién planchado, gomina en el pelo y aires de superioridad al que le dice, «Hola que tal, voy a estar en la ciudad un par de días, probablemente nos veamos».
En la película es una escena bastante graciosa (mucho más de como la cuento yo aquí por supuesto) pero escribo este post porque últimamente me he sentido así en demasiadas ocasiones y la última de ellas me dejo bastante chafado y me hizo regresar casa con cierta tristeza.
Terminaba una ruta de senderismo por la zona de Montanejos, en Castellón, sediento (caían 32ºC), con la poca agua que me quedaba en la cantimplora ya recalentada y vi una fuente en una plaza de la población, así que decidí acercarme a beber algo de agua fresca antes de volver al coche y regresar a casa.
Al llegar vi a una pareja de ancianitos que estaban terminando de refrescarse.
Me situé cerca de ellos a esperar que terminasen (a 2 metros con esto del virus de la narices) y simplemente les dediqué un “Buenos días”.
Su respuesta, con un gesto sincero de alegría en la cara fue “¡Buenos días!, ¡eres la primera persona que nos saluda en toda la mañana!.»
(Para los que no lo sepáis, Montanejos es una pequeña población de montaña, pero que en épocas estivales y fines de semana se encuentra muy concurrida, en parte por su fantástico entorno natural con posibilidad de baño y en parte por su no demasiada lejanía a ciudades de gran tamaño como Valencia o Castellón, así que sin duda esta pareja se había cruzado con muchas personas a lo largo de la mañana.)
Lo dijeron de una forma tan sincera y con tal énfasis, que realmente me dio pena pensar en qué nos estamos convirtiendo las personas.
Es totalmente cierto que cada vez somos más impersonales y estamos más deshumanizados, de hecho en esta misma ruta os doy mi palabra de que me crucé con unas 5 personas y 2 de ellas ni me devolvieron el saludo ni prácticamente se dignaron a levantar la cabeza.
Es una pena que hoy en día esto comience a pasar cada vez con más frecuencia (ya no hablo de las grandes ciudades, donde ya es escandaloso).
Está claro que no vamos por la capital de provincia saludando a todas las personas con las que nos cruzamos, simplemente porque sería inviable (hola, hola, bueno días, hola, que tal, que tengas buen día, hola, hola, hola, hasta luego ….) .
En cambio, al menos en mi caso, siempre he saludado a vecinos, dependientes de tiendas cercanas, camareros de bares junto a los que paso a diario para ir a trabajar y veo todos los días preparando las mesas de la terraza, al personal de la limpieza urbana que está a diario trabajando en el mismo lugar cuando paso, al portero del edificio de oficinas en el que tengo mi despacho …
Siempre he intentado ser amable con aquellas personas con las que sin conocerlas tengo que interactuar alguna vez, “usted primero” al entrar en el ascensor de las oficinas, “adelante, no te preocupes” al acceder al vagón del metro…
Sinceramente, lo hago sin que me cueste el mínimo esfuerzo (siempre lo vi hacer así en mí familia), hasta te sientes bien al sonreír y ser amable, a pesar de que algunas veces algún individuo se limita a levantar la mirada del móvil mirarte y sin decir nada seguir a lo suyo, o incluso algún personaje te mira con cara rara como pensando “¿y a este que le pasa?».
Ni hablar os digo ya como pueden ser las reacciones de dispares cuando en alguna ocasión me ofrezco a alguna persona mayor a ayudarle con las bolsas de la compra o a cruzar el semáforo. Muchas veces me lo agradecen con una ilusión sincera, cara de asombro y alegría a partes iguales, otras te miran con recelo, agarran las bolsas más fuerte y se apartan de ti murmurando “no no , no es necesario» y seguro que por desgracia pensando… «este tio me jode la compra”.
Pero vamos al tema.
Desde que tengo razón de ser he estado siempre saliendo al campo y a la montaña.
Siempre estaré agradecido a mis padres por haber cambiado el parque infantil por una orilla del rio en la que hacer saltar piedras o el centro comercial por una increíble aventura en la que atravesar túneles en la roca, subir una montaña tan alta que casi podías tocar el cielo o trepar intrépidamente a un árbol gigante (aunque ese árbol fuese un olivo y no midiese más de 2 metros).
En este contexto de naturaleza es donde realmente siempre había visto cordialidad sin excepciones, primero cuando acompañaba a mis padres en las salidas a la montaña, más tarde cuando lo hacía con mis amigos con la btt o en solitario a petear por la sierra.
Te cruzases con quien te cruzases, fuese joven o anciano, andase sólo o en grupo siempre recibías un “buen día”, “hasta luego” o incluso si pedías o te pedían ayuda o indicaciones, era un placer sincero compartir tus conocimientos de la zona (o recibirlos) para llegar correctamente al lugar que buscabas. (En mi caso, incluso un cazador, si, esa especie enemiga acérrima de los bikers, me ha llegado a invitar a un trago de vino y un trozo de queso en medio de la sierra de Teruel).
No te estoy contando que hubiese que ser un pesado empalagoso, solo que la cordialidad y el estar dispuesto a ayudar era algo inherente a encontrarte con alguien al aire libre, alguien que estaba compartiendo tu misma aficción y en teoría disfrutando de un gran día de desconexión.
Pero últimamente las cosas están cambiando.
Comencé a darme cuenta sobre la bici. Antes todo el mundo saludaba a todo el mundo, daba igual que tú fueses en una mtb y de frente viniese un ciclista de carretera, no importaba si tú ibas equipado como un pro-rider y te cruzabas con un tipo sin casco y en chándal, todo el mundo decía “hola” o al menos levantaba la mano.
Poco a poco parece que la gente empezó a mirar por encima del hombro, ya no saludaban a ese tipo sin casco y chándal (¿acaso es menos que tú?), los ciclistas de carretera (no todos) han dejado de saludar a los de montaña (y viceversa).
Saliendo a practicar senderismo me he dado cuenta de que sucede lo mismo, poco a poco se han ido perdiendo la cordialidad y las buenas formas, como digo solo en parte ¡eh¡.
Por supuesto que una gran cantidad de senderistas todavía te saluda amablemente, pero cada vez son más las veces que te cruzas con alguien en un sendero y le dedicas un “buenos días” para quedarte con cara de tonto viendo cómo pasa junto a ti sin ni siquiera mirarte, como si estuviese paseando por la Gran Vía de Madrid.
Es cierto que ahora somos mucha más gente en la sierra, cada vez veo más aficionados al ciclismo de montaña (a lo que ha contribuido sin duda y en gran manera la aparición de las e-bikes), a lo que hay que añadir la moda runner y en los últimos meses la impresionante forma en la que ha crecido el número de senderistas por el efecto COVID-19.
Que quede claro que ante todo no, no soy de esos que piensa que “como yo hace 40 años que voy por la sierra y siempre he sido un gran aficionado a la montaña me pertenece más a mi o tengo más derecho que tú”, por supuesto que no, pero sí que abogaría a que tanto viejos como nuevos usuarios pongamos un poquito de nuestra parte para disfrutar del camino.
Ser agradable y saludar cuesta muy poco. Es mucho más gratificante cruzarte con alguien que esboza una sonrisa y que te dedica unos simples “buenos días” que con un individuo que parece que lleve dos semanas estreñido y no levanta la vista del suelo.
Say hello and smile (”¡cojone!”).
PD: (Ni que decir hay que siempre que veas a alguien perdido o en apuros le prestes tu ayuda, esto doy por descontado que lo harás seas un tipo simpático y cordial o un “amargao”).
Independientemente de cómo vayas a la montaña, a pie o en bici, todo depende de la persona. He visto gente que saluda, que no saluda, gente con auriculares, gente que no saluda porque van ahogados de correr (se entiende). Al final es la persona en sí, como el cazador que no recoge los cartuchos vacíos que dispara y los que respetan el medio ambiente. Obviamente el covid como bien dices ha hecho que más gente salga en la montaña, pero ya verás que poco a poco se irán educando ellos solos dándose cuenta de las reglas no escritas que existen en la montaña.
Ojalá así sea Luís.
Un abrazo!